Y de repente tenes a todos apuntando con un dedo el camino “correcto”,
intentando empujarte si es necesario a seguirlo. Si decís lo que sentís, no debiste
hacerlo; si haces lo queres, debiste pensarlo. Y todos están ahí atentos acá
tropiezo. Y ese maldito camino correcto cada vez esta más lejos.
Yo quiero equivocarme, quiero ser yo la que forje mi destino. Ya no se que es
lo que tengo que decir, lo que debo hacer, prefiero hacer solo lo que siento. Y
soy consciente que voy a volver a caer, pero no importa, porque serán mis dedos
los que señalen el camino. .
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